Después de encontrar los esqueletos entrelazados de una madre y su hijo, arqueólogos chinos informaron que su abrazo amoroso perduró durante 4.000 años. En la provincia de Qinghai, China, los arqueólogos desenterraron evidencias del amor maternal cuando descubrieron los esqueletos de una madre y su hijo, que todavía estaban abrazados al momento de su muerte, congelados en el tiempo. Estos esqueletos, conservados en la postura que adoptaron en sus últimos momentos, revelan un intento tanto de abrazar como de proteger al hijo, como respuesta a la catástrofe provocada por un terremoto que destruyó la “Pompeya del Este” de China alrededor del año 2000 a.C.
La madre intentaba proteger a su hijo durante un devastador terremoto que sacudió China en el año 2000 a.C., desencadenando inundaciones masivas y que a veces se denomina la ‘Pompeya de China’. El sitio arqueológico de las Ruinas de Lajia, ubicado en la provincia de Qinghai, en el noroeste de China, es un testimonio de este terremoto de hace 4000 años, con artefactos y esqueletos notablemente conservados. Toda la escena del desastre es impactante y se ha comparado con la tragedia de Pompeya, una ciudad romana que fue completamente borrada por una erupción volcánica y quedó sepultada bajo cenizas y piedra pómez.
Desde el punto de vista arqueológico, el sitio es impresionante, ya que ofrece una imagen notablemente preservada de un evento importante en la antigüedad. También es de gran importancia, ya que proporciona pistas sobre una civilización temprana de la Edad del Bronce que habitaba en la región superior del río Amarillo, de la cual conocemos muy poco. Sin embargo, desde una perspectiva humana, es simplemente desgarrador contemplar las escenas trágicas y comprender los intentos desesperados de la madre por proteger a su hijo en medio de la catástrofe.
Estas personas sufrieron un destino trágico, siendo víctimas de un desastre del cual no pudieron hacer nada para protegerse. Incluso en su desesperación, no pudieron garantizar la seguridad de sus hijos. Es un recordatorio de la poderosa fuerza de la naturaleza y de nuestra propia vulnerabilidad ante ella. Personalmente, espero que los dos esqueletos no sean separados. Aunque no tengo una razón religiosa específica, parece incorrecto separarlos. Es un sentimiento intuitivo que honra la conexión y el amor que compartieron incluso en sus últimos momentos.